En cuanto lo vio la risa se le escapó de la boca. Intentaba andar con paso raudo y ligero pero la arena se introducía por dentro de sus sandalias. Cuando el suelo cambió de textura pudo caminar descalza. La arena ya no quemaba y traía recuerdos de los parques alemanes. Y ahí, justo delante, la inmensidad del mar se le escapaba por no poder abarcarlo entero en un golpe de vista.
-"¡MIra las olas!"- dijo mamá,
- "Agua, agua, agua"- recibió como respuesta.
Y tras quitarse la ropa se metieron en el agua guardando cada detalle para contárselo a papá.
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