Coincidiendo con la celebración de la Semana Mundial de la Lactancia Materna, Pilar, de Maternidad Cotinuum, ha lanzado un carnaval muy especial al que no podía dejar de sumarme. Así que voy a contar mi experiencia con la teta.
Siempre había tenido claro que iba a dar el pecho cuando tuviera niñ@s. Nunca me planteé no hacerlo ya que mi madre me había contado que era una experiencia única y que sólo las madres tenemos la oportunidad de sentir en nuestras propias carnes dar alimento a otro ser. La verdad es que mi madre ha sido mi gran apoyo, siempre lo ha sido, y con la aventura de ser mamá no iba a ser menos, sobre todo teniendo en cuenta que Carlos y yo vivíamos en países diferentes durante el embarazo y los primeros tres meses de Sofie.
Los cursos de preparación al parto fueron un fiasco y sólo fui a dos sesiones. No sé si fue por la matrona, por el horario infernal, por la masificación de las clases o porque no estaba bien planificado. Empezaban a finales de febrero y me ponía de parto en marzo así que ya ves qué éxito. Menos mal que la naturaleza es sabia y que mi familia se encargó de que tuviera todo el tiempo del mundo para que la pequeña Sofie y yo pudiéramos entendernos sin prisas, con tranquilidad y ternura.
Hubo al principio algún momento duro hasta que la leche subió. Esa tarde, tras las 48 horas se me pusieron dos auténticas pelotas de fútbol como pecho. No había visto yo cosa igual. Sofie era incapaz de poder abarcar eso así que me compré un sacaleches y todo se fue regulando a medida que pasaron los días. Duele al principio pero luego ya nada y es una auténtica gozada. Descubrimos la crema de purelina y si en algún momento se sonrojaba más de la cuenta el pezón, con eso y la propia leche, mano de santo al canto.
Soy incapaz de describir con palabras lo maravilloso que fue para mí y he alargado la lactancia más allá del su primer año. Animo a todas las mamás a que den el pecho, que no renuncien a ello voluntariamente y que disfruten, disfruten y disfruten, ¡Viva la teta!