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25 jul 2013

Confesiones de mamá

Las casualidades existen y debe haber una buena razón para ello. Hay gente que se cruza en tu camino, hace una parada para conversar y luego no vuelves a saber de su existencia. Parece que los días de playa están dando mucho juego para descubrir nuevas caras, personas que empiezan a formar parte de la rutina: saludas cuando bajas a poner la sombrilla a primera hora de la mañana, paras a charlar cuando las ves en el paseo o comentas cualquier cosa mientras juegan los niños. Puedes perfilar las vidas de esas personas con los pequeños detalles que te revelan a veces casi a modo de confesión.

Ayer escuchaba atenta a una mamá precupada por el comportamiento de su príncipe destronado por un bombón de niña de veinte meses. "Ha ido para atrás y veo que esto no puede seguir pero no sé cómo hacerlo". Desempolvando sabiduría de maestra le dije lo que yo haría en su situación, un improvisado supernanny en la playa, remarcando la importancia de los refuerzos positivos. Muchas veces se cae en el error de sólo hacer crítica de algo que no nos gusta y nos callamos las cosas buenas porque pensamos que es como así deben comportarse o hacer las cosas. Muchos "te quiero" "estoy orgullos@ de ti" "me gusta mucho cuando..." se quedan enmudecidos por prisa, por olvido o porque se supone que eso ya lo sabe.

Al acabar el día le digo "te quiero, mi niña bonita" a Sofie antes de irme a la cama tras darle un beso de buenas noches. Aunque esté dormida sé que ella sabe que mi amor no es un sueño.

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